Es probable que la pregunta esté mal planteada desde el punto de vista de la riqueza real de los acontecimientos históricos, y desde el fracaso humano cada vez que hemos intentado imitar a dios. Las transiciones políticas suelen darse sin ningún control humano, y los hechos que se suceden pueden girar, cambiar, retrasar o simplemente posponer lo que nos parece inevitable en la transformación de las sociedades.
¿Y qué comentar del azar? La nariz de Cleopatra, que se dice cambió el curso de la historia romana, o la cacería de Trotsky, que resfriándolo, le impidió estar presente a la hora y lugar apropiados donde se definió, sin su participación, el curso de la revolución rusa. ¿Habría sido distinta la historia en mayúscula de Roma sin el impacto libido de la nariz de Cleopatra? ¿Podría haber evitado Trotsky el curso totalitario de Rusia en 1918 si no hubiera sucumbido al gusto aristocrático de cazar patos en medio del bullicio revolucionario?
La historia contra fáctica tiene el mérito de demostrarnos que si no podemos cambiar el curso del pasado, este siempre estuvo cargado de posibilidades cuyo desarrollo, teóricamente hablando, habría conducido el curso de esa historia por cauces si no distintos, al menos sí con otras combinaciones. Saber lo que no fue pero pudo ser tiene otra arista. Esta vez ligada al futuro: las opciones están abiertas en lo adelante.
La tentación de hacer sin saber en materia política, más frente a los grandes cambios, es fuerte en amplios segmentos democráticos casi por la intuición de que dada la imposibilidad de controlar, desde el conocimiento, todos los hechos posibles, es al menos posible controlar nuestra voluntad de producir los hechos, y de paso la realidad, para crear los cambios de la transición.
Y aquí la paradoja. Saber la transición es imposible, pero producirla sí es posible con el control que nuestra voluntad puede ejercer sobre los hechos presentes para guiarlos hacia el futuro. La voluntad pretende entonces que conoce, pero se aferra solo a aquella porción de realidad que satisface las determinaciones de su voluntad, desdeñando el resto de hechos que la contradicen. Y como en toda transición o cambio histórico el liderazgo es inevitable, la importancia de la voluntad adquiere una significación central para quienes conducen o pretenden conducir el cambio político.
Saber es entonces importante. Saber limitado o saber amplio, no importa. Lo que aparece reivindicado para quienes intentamos participar en procesos de transición es que conocer la transición es un punto clave para guiar la propia en el tiempo y lugar que nos corresponde. Qué y cuánto sabemos es lo que hace la diferencia. Incluso, conocer el papel del azar.
La relación entre conocimiento de los procesos y creación de procesos en materia política es más escurridiza porque las diferencias entre las distintas transiciones son tan significativas que tienden a desfigurar sus trazos comunes. Se abona así el terreno para los experimentos de la voluntad, el rechazo a consultar modelos de cambio y, regreso a las paradojas, el intento en el límite de recurrir a modelos de última hora, en el desespero por el fracaso de la experiencia.
El saber transitar es fundamental entonces porque, en cualquier perspectiva que nos coloquemos, nunca podremos deshacernos de alguna porción de conocimiento del pasado, del presente o del “futuro” ?lo que llamamos prospectiva? para trabajar por los cambios democráticos. El problema es de punto de partida: la palabra transición misma encierra el reconocimiento de que el cambio nunca se produce desde el vacío adánico. Dicho de otra manera: toda la realidad precedente y presente de la que partimos para ver, analizar o producir la transición es resultado del conocimiento. Hay un saber sobre la realidad pero la realidad misma es saber acumulado sobre el que intentamos actuar. Hay que conocerla, para transformarla a su vez.
Para los cubanos hoy esto es más cierto aún. Reconozcámoslo o no, los que nos hemos embarcado en el cambio democrático tenemos una referencia, codificada en los textos que hemos leído o a los que nos hemos acercado o sobre los que se han construido las opciones de cambio que han recibido apoyo exterior.
La idea-fuerza del cambio rápido, de la transición instantánea o total, del derrocamiento “revolucionario” de un régimen se ha alimentado más de la palabra codificada que del intento serio de leer, estudiar y analizar las opciones a través de los textos o conceptos de referencia. Hemos oscilado entre el modelo de transición del campo ex-socialista y el modelo revolucionario cubano, construido sobre la lectura épica y la memoria fragmentada de nuestra historia. En ambos casos, conscientemente o no, hemos intentado transitar a partir de un saber hecho por o para nosotros. De manera que poco nos valdrá tratar de partir las aguas entre los que animan el saber de la transición y los que trabajan y luchan por la transición sin importarle el conocimiento mismo.
Esta distinción es exacta en un sentido, pero distorsiona la realidad en otro. La pregunta debe hacerse al interior de los que trabajan por los cambios: ¿Pueden estos deshacerse en realidad del saber transitar? Las experiencias de la transición nos recomiendan que no debemos tratar de hacerlo. Ni siquiera de intentarlo. Como diría el economista británico, John Maynard Keynes, tratando de alejarnos de las ideas, sucumbimos siempre a las ideas del pasado, de los que pensaron antes que nosotros las circunstancias en las que vivimos.
En nuestra ayuda viene un texto que me parece imprescindible y que recomiendo a todos los que, líderes o no, luchamos por el cambio democrático en Cuba.
¿Su título? Transiciones Democráticas: Enseñanzas de líderes políticos, Galaxia Gutemberg (Barcelona, 2016), preparado y editado por el ex Ministro Sergio Bitar, de Chile y el profesor Abraham Lowenthal, de Estados Unidos.
Un ensayo preliminar de los mismos autores, editado por el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral de Suecia, IDEA, por sus siglas en inglés, se publicó en 2015 bajo el título De los regímenes autoritarios a la gobernanza democrática: aprendiendo de los líderes políticos.
El libro no solo es imprescindible. Es también impactante. Se mueve entre la pura academia, con el típico análisis de variables conceptuales y largos desarrollos, propios de los textos inevitablemente densos cuando se discurre desde la abstracción y el contraste empírico, y la experiencia vívida y viva de quienes construyeron su liderazgo en medio de las transiciones democráticas, aprendiendo digamos que en la marcha, o pusieron su liderazgo a favor de la democracia.
Esto último hace particularmente rico el texto, y lo sitúa en la tradición de la periodista italiana Oriana Fallacci, con aquella obra suya titulada Entrevista con la Historia, en la que dialogó con importantes líderes mundiales del momento, y que tanto nos enseñó de la historia, las costumbres, las miserias y las alturas de la política, construido como un vitral y condensado en un solo haz de luz.
Las diferencias del libro de Bitar y Lowenthal con el de la Fallaci son varias. Destaco tres, en un ejercicio de contraste inmanente, porque me parecen relevantes para nosotros los cubanos. La primera es de propósito. Transiciones Democráticas constituye un caso académico a partir de historias de vida política; una combinación soberbia de trabajo intelectual y biografía con pocos precedentes. La segunda es de naturaleza. La variedad de personajes e historias se erige sobre el eje compartido entre todos de hacer una diferencia importante en la construcción del bien para comunidades más amplias, corriendo sobre sus propias y específicas circunstancias. La tercera, y última, es que pese a la riqueza de diferencias de historia, tradición y cultura entre los países y sus respectivos líderes, todas las transiciones manejan un menú similar de conceptos, de opciones y variables que se combinan de manera diferente para producir un resultado similar: líderes y países que reconocen, con cierta reticencia en algunos casos, el pluralismo político, las libertades fundamentales y los derechos humanos, el Estado de derecho y las elecciones libres y democráticas.
Bitar y Lowenthal conversan con líderes de primera línea: Fernando Henrique Cardoso, Presidente de Brasil (1995-2003); Patricio Aylwin, Presidente de Chile (1990-1994); Ricardo Lagos, Presidente de Chile (2000-2006); John Agyekum Kufuor, Presidente de Ghana (2001-2009); Jerry John Rawlings, Presidente de Ghana (1993- 2001); B. J Habibie, Presidente de Indonesia (1998-1999); Ernesto Zedillo, Presidente de México (1994-2000); Fidel Ramos, Presidente de Filipinas (1992-1998); Aleksander Kwasnieswski, Presidente de Polonia (1995-2005); Tadeusz Mazowiecki, Primer Ministro de Polonia (1989-1991); F.W. de Klerk, Presidente de Sudáfrica (1984-1994); Thabo Mbeki, Presidente de Sudáfrica (1999-2008) y Felipe González, Presidente de España (1982-1996).
Un viaje por el liderazgo mundial en los sentidos geográfico y cultural del término.
¿Qué dicen estos líderes a sus entrevistadores, cada uno, en su estilo y desde sus específicos contextos?
Cuando se trata de preparar la transición, Fernando Henrique Cardoso por ejemplo, y desde Brasil, donde los militares tuvieron una presencia clave desde 1964, veía como el centro de su estrategia “no arrinconar a los militares, sino inducirlos a que se acercaran al proceso en busca de una salida”.
Si el asunto es el de poner fin a los regímenes autoritarios, todos los entrevistados coinciden en que aquellos no ceden poder hasta que un sector importante dentro no percibe o tiene la percepción de que la pérdida sustancial de apoyo público puede llevarles a consecuencias nefastas o incontrolables.
Un punto clave que enfatizan estos líderes tiene que ver con el modo de manejar la transferencia del poder en transiciones. Para conducir los destinos del gobierno se necesita personal bien preparado, técnica y políticamente, frente a nuevas responsabilidades en nuevos contextos que no deberían invitar a la improvisación.
Felipe González (España), Thabo Mbeki (Sudáfrica) y Tadeusz Mazowieccki (Polonia) enfatizan la necesidad de mantener algún personal de los regímenes anteriores porque la gobernanza actual es más compleja y requiere competencias, habilidades o conocimientos que por razones obvias no abundan en los actores democráticos de la oposición. Elemento importante para el proceso de estabilizar e institucionalizar las democracias emergentes.
Crucial para entender e impulsar el proceso en Cuba. Todos los líderes consideraron al ser entrevistados que es importante aprovechar las oportunidades aunque sean parciales para avanzar, antes que rechazar el progreso incremental en la esperanza de poder llegar, más adelante, a un cambio más grande y total. Felipe González utilizó una expresión, bien colocada luego por Fernando Cardoso, descrita como “salir del pozo”, con la que quería significar la importancia de ganar en fuerza y capacidad de influencia antes de formular demandas más grandes y osadas.
En este contexto la conclusión a la que llegaron los autores es políticamente perturbadora en términos de nuestra cultura política, pero de una fineza política decisiva. Dicen Bitar y Lowenthal, al conversar con estos líderes nos dimos cuenta que “rechazar las posiciones maximalistas exige más coraje político que adherirse a… objetivos o atarse a principios atractivos pero poco prácticos”. De altura política: “la transición no es una tarea para dogmáticos”.
Pero lean el libro para captar la sabiduría, el sentido del humor y la capacidad de autocontrol en boca de los propios entrevistados. No adelanto por aquí nada más que el intento de despertar la curiosidad para la anécdota y el razonamiento inteligente.
Enseñanzas de líderes políticos se recrea en otras áreas claves en una transición. Los autores pasan revista a cómo estos líderes trabajaron en la creación y protección de espacios para el diálogo. Diálogo entre en la oposición y diálogo entre ésta y el gobierno. Estos diálogos proporcionaban ideas y análisis para evoluciones posteriores y el clima necesario para la necesaria construcción de consenso entre todos los actores del drama.
Se pueden mostrar dos ejemplos de un mismo caso dramático. Las “conversaciones acerca de las conversaciones”; una serie de encuentros secretos realizados fuera de Sudáfrica entre funcionarios del gobierno de Frederick de Klerk y miembros del Congreso Nacional Africano. También, las conversaciones ocultas “bush retreats” que de Klerk sostuvo con líderes de ese importante movimiento político en Sudáfrica.
Igual de indispensable es el trabajo en el ámbito constitucional y la importancia de involucrar a la mayor cantidad de participantes en el proceso. Quién participa y cómo se conduce este proceso. La importancia de llegar a acuerdo en los procedimientos, más que en los contenidos, la vía crucial del compromiso, más que la de obtener cuotas de poder en una lógica de ganadores-perdedores. Todo ello es destacado como parte del esfuerzo que los actores democráticos deben hacer para llegar al éxito en las transiciones.
El libro toca el tema ineludible de lo que llama la economía política de las transiciones. Con ello se refiere al papel que juega el contexto económico en propiciar o no la transición democrática. No siempre juegan el mismo papel, y tanto la crisis como la bonanza económicas pueden incidir en un sentido u otro en el proceso. No obstante, es obvio, siempre determina la dirección y el ritmo de las transiciones.
Todos los temas tienen en este libro una especial atención y una rica perspectiva que nos convida a leerlo con detenimiento, reparando en la rica variedad de puntos de vista que recoge.
Me interesa detenerme en un penúltimo punto, que este libro desarrolla muy bien, antes de cerrar la reseña: las cualidades del liderazgo para obtener transiciones exitosas. Un tipo de liderazgo que, en tiempos de explosión de ciudadanía, todos deberíamos potenciar en nuestras organizaciones, familias y comunidades.
Los líderes entrevistados comparten, por encima de sus obvias diferencias, una serie de rasgos y aptitudes adquiridas esenciales para los momentos críticos de transición:
1. Sentido estratégico de dirección
2. Preferencia esencial por transformaciones pacíficas e incrementales por encima de convulsiones o cambios repentinos
3. Bases de apoyo extendidas y diversificadas y comprensión de que los radicalismos e intransigencias son desfavorables a la transición
4. Resolución y coraje, al riesgo de sus vidas
5. Paciencia, persistencia y resiliencia
6. Autoconfianza
7. Confianza en personas con competencia que pudieran aconsejar acerca de temas complejos
8. Capacidad persuasiva y de escucha, desde un lenguaje altamente civilizado en medio de las tensiones y desgarramientos del cambio y la represión.
9. Capacidad para movilizar apoyos externos
10. Rápida adaptabilidad a las circunstancias.
Un decálogo para el liderazgo que cada ciudadano debería portar consigo en todas las circunstancias de la vida colectiva.
Termino la reseña de un libro excepcional para tiempos de cambio relacionando siete corolarios que, según los autores, se desprenden de transiciones por otro lado disímiles y no siempre pavimentadas. Para los cubanos tienen una importancia nada despreciable luego de más de 40 años de infructuosos intentos, en términos estratégicos, por instaurar la democracia en Cuba.
A) La mayoría de las transiciones democráticas de regímenes autoritarios a regímenes democráticos fueron procesos extendidos más que eventos singulares o específicos.
B) Una vez que comienzan, las transiciones discurren a diferentes velocidades, con avances y retrocesos.
C) Solo en raras ocasiones los regímenes autoritarios colapsan abruptamente como resultado de una crisis económica.
D) La mayoría de las transiciones necesitaron varios años para madurar e institucionalizarse.
E) Las transiciones tienen características comunes, pero difieren en su comienzo, secuencia y trayectoria.
F) Algunas de estas transiciones comenzaron por el acercamiento entre sectores elites a ambos lados del espectro político.
G) Todas estas transiciones fueron el resultado de fuerzas internas, que necesitaron, sin embargo, fuerte apoyo desde el exterior.
Detengo involuntariamente aquí mis comentarios. E invito de nuevo a la lectura de un libro magnifico, de dos autores, uno al norte y otro al sur, informados y conectados. Demócratas a carta cabal y que han completado más de 500 folios llenos de esperanzas, y de no muy gratas sorpresas para nosotros los cubanos. Amantes del aquí y del ahora, y propensos al nunca jamás. En lo que llevamos una eternidad.