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Las tendencias mundiales y Cuba

Me interesa particularmente la urgencia planteada por Sergio Bitar de reforzar la capacidad prospectiva para anticipar los escenarios. Si América Latina va a la zaga de Asia en este sentido, Cuba no juega ni a distancia en este importantísimo campo para definir una visión estratégica más o menos ponderable.

Manuel Cuesta Morúa
20-02-2015

A leer el trabajo Las Tendencias mundiales y el futuro de América Latina, del académico y político chileno Sergio Bitar, debo confesar mi desnudez sobre los caminos por los que va el mundo.

Mi compensación después de leer su magnífica prospectiva es que, y eso si tuviera algún egoísmo intelectual, Cuba anda por caminos verdaderamente errados a la hora de seguir vagando por el mundo. Es una compensación ligada a algo más importante: la tristeza de saber que como nación hemos perdido el tiempo y estamos perdiendo el rumbo.

La honestidad intelectual de este trabajo apabulla. Lo que está dicho allí en términos del proceso global es apabullante para América Latina y exageradamente preocupante para Cuba.

Sigo por el final del texto. En el capítulo dedicado a nuestro subhemisferio, y titulado "Desafíos para América Latina en el nuevo sistema mundial", se parte de un punto esencial: la capacidad anticipatoria que se necesita desarrollar para prever los problemas potencialmente planteados a las sociedades, para imaginar soluciones perdurables y para ajustar las políticas públicas a los nuevos conocimientos y a las nuevas tecnologías.

América Latina, en el análisis de Bitar, está por detrás en estos ámbitos. Me interesa particularmente la urgencia planteada por el autor de reforzar la capacidad prospectiva para anticipar los escenarios. Si América Latina va a la zaga de Asia en este sentido, Cuba no juega ni a distancia en este importantísimo campo para definir una visión estratégica más o menos ponderable. Nada parecido en mi país al estudio “Visión Nacional 2030” elaborado por la Secretaría de la Presidencia del Brasil, o “Plan Perú” 2021 del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico del Perú. Y eso que, según Bitar, ninguno de estos estudios prospectivos se acerca a los informes “China 2030: Building a Modern, Harmoniuos, and Creative Society” del Banco Mundial o “Asia 2050: Realizing the Asian Century” del Banco Asiático de Desarrollo.

Interesante, desde el punto de vista de la psicología política. Mientras en la prospectiva asiática todos los estudios se refieren al siglo XXI como el siglo de Asia, en la latinoamericana se limitan a hablar de la “década latinoamericana”. Toda una revelación del subconsciente latinoamericano, en el que Cuba se inscribe, pero desde otra perspectiva muy criticada por los enfoques asiáticos del desarrollo: el ideologismo. Mi país se pierde el siglo XXI, justo en el punto en el que cree que el futuro camina ineluctablemente hacia su régimen de partido único.

Otro tema, de una pertinencia crucial para América Latina, y dentro de ella Cuba, es el de la educación para potenciar la innovación y generar igualdad.

Dice Bitar: “La educación es la llave maestra para innovar, crecer y dar igualdad de oportunidades a todos; es uno de los factores decisivos en la competencia mundial”.

Ilustro para contrastar. Los sistemas internacionales de evaluación de resultados académicos (PISA y TIMMS, entre otros) muestran cuán bajo es el nivel de conocimiento de los alumnos de la región. De los 15 más bajos, 8 son latinoamericanos. Además el porcentaje de alumnos que superan los niveles altos (5 y 6) es bajísimo en el caso de los latinoamericanos (1,6% y menos) mientras el promedio en la OCDE es de 12, 6%. Igualmente pobres son los resultados de los que obtienen bajo el nivel mínimo (nivel 2). Mientras el promedio de OCDE es de 23, 1%, los latinoamericanos superan el 50%, o sea más de la mitad de los 8 países participantes de América Latina (Brasil, Chile, Costa Rica, Colombia, Uruguay, Perú, Argentina y México) están bajo el nivel mínimo (OCDE, PISA 2012, diciembre 2013).

También es baja la cobertura en educación terciaria. En América Latina, en la próxima década sería posible lograr una cobertura del 50% de la cohorte de 18 a 25 años en educación superior, técnica o universitaria. La República de Corea ha sobrepasado esa cifra y busca complementarla con la formación de jóvenes en el exterior. Esta es una referencia que pone de relieve el rezago latinoamericano en la materia.

Al respecto son ilustrativas las cifras de alumnos extranjeros en los Estados Unidos. En 2011, 725.000 alumnos de terceros países matricularon en 3.000 centros acreditados de estudios superiores estadounidenses. Los países asiáticos ocuparon los primeros lugares, encabezados por China (155.000), la India (105.000) y la República de Corea (74.000). América Latina y el Caribe en conjunto solo sumaron 64.000. Encabezó ese grupo México (13.300), seguido por Brasil (8.800), Colombia (6.500), Venezuela (5.500), Perú (2.900), el Ecuador (2.200), Chile (2.100) y la Argentina (2.100).

Es sorprendente que la República de Corea, con una población de 50 millones de habitantes, tenga más estudiantes y graduados en Estados Unidos que América Latina y el Caribe, con 600 millones de habitantes y una mayor proximidad geográfica.

Hasta aquí la cita al trabajo de Bitar. Lo hago in extenso en este caso por el valor simbólico y de propaganda que la educación tiene en Cuba, y extrañamente, en la percepción mundial sobre el tema en Cuba.

En cierto modo los organismos de las Naciones Unidas, especialmente la UNESCO, tienen algo de responsabilidad en la idea, poco justificada según los estándares y enfoques más prestigiados en temas de educación, de que Cuba califica entre los primeros lugares mundiales en la materia. Los conceptos y los temas objetos de la educación mundial no están reconocidos en el currículo educativo cubano ni Cuba compite a nivel mundial en medio de unos sistemas concebidos para la crítica, el cuestionamiento del saber establecido, la formación para leer la vastísima información global y la innovación.

Este trabajo de Bitar rompe el mito, sin proponérselo, sobre un sistema educativo que, en sentido general no sobrepasa los básicos criterios de alfabetización y que operan con contenidos de saber de los años 70 del siglo pasado. Dominado, por otra parte, por un ideologismo estupefaciente que impide una apertura intelectual y mental al pensamiento complejo y al enfoque creativo necesario para la innovación.

Después de leer a Bitar se afianzan dos preguntas: primero, ¿es posible avanzar en la educación sin una conexión 24 sobre 7 a la Internet? ¿Se puede acceder al saber de punta sin el paso y la conexión sistemáticos con el sistema universitario de Estados Unidos o Europa?

Ni hablar entonces de los otros elementos que el autor considera básicos para captar y entender las opciones nuestras en el siglo XXI. Cuba está ausente a la realidad y al debate sobre energía, recursos naturales y competitividad; poco tiene que aportar, ahora que se sitúa dentro del capitalismo periférico y marginal, en temas de inclusión social y reducción de la desigualdad. Muy por el contrario. Estamos empezando por donde el resto de Latinoamérica está terminando; ha elegido muy mal su proceso de integración y de alianzas dentro de un mundo multipolar, ha preferido reforzar el poder militar y burocrático de las ideologías difusas, y poco tiene que decir o aportar dentro del nuevo sistema de transferencia de poder de Occidente al Oriente y al Sur. De hecho, no pudo aprovechar el boom de las materias primas en América Latina, un ciclo que toca a su fin, para generar ahorros y diversificación en un mundo ágil y voraz que condena a la irrelevancia ya no a países pobres, lo hace incluso con países ricos como Rusia, Venezuela e Irán.

Habría que agradecer, lo que yo hago desde ya, a Sergio Bitar por unos estudios que pueden enseñar muy bien cómo se crea y fortalece una visión de Estado y un proyecto país.

 
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